Junio de 2014.-El inversor mexicano Gregorio Sánchez Martínez y su esposa cubana se presentaron este lunes por la mañana, poco después de las 10, en el Juzgado Federal de Posadas, donde fueron notificados de la causa que se le inició por supuesto lavado de dinero y evasión impositiva. Llegaron acompañados de su abogado misionero e incluso se les informó de la decisión de la jueza federal Verónica Skanata, de la eximición de prisión, pese al pedido en contrario de parte de autoridades de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) nacional. El mexicano compró a principios de año un campo de 900 hectáreas en proximidades de la ciudad de La Paz, en 2 millones de dólares y lo registró a nombre de su hijo de 3 años.
El mexicano Gregorio Sánchez Martínez y su esposa cubana llegaron hoy por primera vez al Juzgado Federal de Posadas (Misiones), al parecer procedentes de Miami, hacia donde habían viajado poco después de la denuncia en su contra, de parte de la AFIP Posadas, por supuesta evasión impositiva y lavado de dinero. Allí tuvieron que esperar por espacio de más de una hora y luego fueron notificados por un funcionario judicial, pero no tuvieron contacto con la jueza Verónica Skanata, quien ordenara la investigación.
El ex alcalde de Cancún (México) es investigado por supuestas irregularidades cometidas en la compra de un campo, en proximidades de la ciudad de La Paz. La operación del establecimiento fue acordada en el mes de febrero, en la escribanía del misionero Ives Lombardi. Allí se hicieron presentes Gregorio Sánchez Martínez y su esposa cubana (de su segundo matrimonio), la médica Niurka Saliva Benítez, hija de un teniente coronel de Inteligencia, que prestara servicios al castrismo por varios años. En los papeles, ese 16 de febrero de 2014, quedó registrada la donación de 2 millones de dólares, que hacía la mujer, a favor de su hijo Neftalí Sánchez Martínez, nacido en Mendoza el 1 de diciembre de 2010.
La médica cubana entregó el cheque número 1199408468, del banco JP Morgan Chase Columbus, con sede en México, por la cifra mencionada, que sirvió para la compra del campo San Silvestre, que pertenecía a El Raigón S.A., liderada por los ciudadanos estadounidenses, quienes durante casi una década llevaron adelante negocios ganaderos en la zona e incluso contaban con más de 2000 hectáreas de islas, en la zona ribereña santafesina, que también habrían pasado al mexicano.
La investigación judicial se disparó a raíz de una tarea periodística encarada hace casi dos meses desde la revista ANÁLISIS. Derivó en el accionar de AFIP Paraná, quienes a su vez transmitieron el tema a sus colegas de Misiones, en virtud de ser el lugar donde se concretó la operación. Incluso, desde el Juzgado Federal, a los pocos días de la publicación se concretó un allanamiento a la coqueta estancia. Entre las 15 y las primeras horas de la madrugada del día siguiente fue que efectivos de Gendarmería nacional y de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) allanaron la estancia San Silvestre. Los gendarmes se apersonaron junto a personal de AFIP Paraná y funcionarios del organismo a nivel nacional, quienes llegaron especialmente, después que el juez federal de Paraná, Leandro Ríos, hiciera lugar al exhorto enviado por su par de Posadas, Verónica Skanata, de allanar la finca comprada por el mexicano.
La coqueta y escondida estancia, de unas 900 hectáreas, tiene un casco enorme, de más de 700 metros cuadrados y una pileta de amplias dimensiones, con una palmera en el medio y una especie de islote. La casona prácticamente no se puede ver desde el río Paraná, por estar en lo más alto de la barranca y varios metros adentro. Uno puede llegar hasta la tranquera del campo –tras recorrer por casi veinte minutos un camino complejo y oculto en medio de zona campestre- y allí se encuentra con dos portones, con varios carteles, que advierten sobre la prohibición de acceder y la reacción a la que habrá que someterse, de violar la propiedad privada. “Perros de ataque”, dice uno de los carteles, donde también se exhiben reiteradas imágenes de Prohibido pasar.