Por Luciano Núñez
Una de las series de fútbol más populares en Argentina fue Cebollitas. Se emitió a finales de los 90 y tuvo dos exitosas temporadas. Fue tal el éxito, que pasó al teatro y hubo giras por América y también disco y merchandising. La canción insignia de la serie destacaba el valor del segundón, es decir, subcampeón en el argot del balompié. “Bancarse ser segundo también es ser campeón, pusimos en la cancha tripa y corazón…Cebollita subcampeón…! Ganamos y perdemos lo bueno es competir…”.
El recuerdo viene a cuento de las visitas presidenciales a Quintana Roo, que se completaron el pasado domingo con la llegada del panista Ricardo Anaya. De acuerdo a los números de las dos elecciones pasadas, Andrés Manuel López Obradorgoza de la preferencia de los quintanarroenses. En el año 2006 obtuvo casi 150 mil votos contra 111 mil del PAN y 105 del PRI-PVEM. En 2012 el “Peje” volvió a ganar con 216 mil votos, contra 171 mil del PRI-PVEM y 107 del PAN. Es altamente probable que vuelva a ganar en Quintana Roo pero, ¿alcanza para ser presidente? No.
Tercer intento con malas compañías
AMLO llega a su tercer intento con menos fortaleza física y dejando atrás su manual de cabecera, el de buscar personas probas y de trayectoria: en Quintana Roo Morena es un reservorio de borgistas y felixistas que encontraron en el pragmatismo de AMLO un recoveco para venderse nuevamente y aparecer en la papeleta a cambio de sumar al mejor estilo del PRI.
Si bien AMLO lleva la delantera en las encuestas, la brecha que lo separar de los candidatos del PAN-PRD y PRI, no son cifras inalcanzables. Por un lado, Anaya conoce el flanco débil del tabasqueño que tiene tantos activos como negativos: las campañas negras del PAN en el pasado han surtido efecto y lograron bajarlo varios puntos: “López Obrador es un peligro para México”fue efectiva como una jugada de pizarrón. Por el lado del PRI, Meade cuenta con el respaldo de la clase empresarial de la que ha estado cerca en varias administraciones que lo mantuvieron en el primer círculo del poder. Su punto más débil es que no se trata de un candidato carismático, cómo sí lo es Anaya, dueño de un discurso potente y fresco, atractivo para los jóvenes; pero a su favor, el ex secretario de Hacienda tiene la pátina de tecnócrata conocedor de los entresijos del poder.
La mancuerna con su co-equiper, Luis Videgaray Caso, lo hace más digerible al vecino gobernado por Donald Trump. Será ésta, sin dudas, una de las mejores elecciones de México en los últimos 20 años, con tres fuerzas con grandes activos y negativos: el PAN-PRD gobierna en 12 estados, pero presenta serias divisiones internas; y al PRI le pesan sus gobernadores en la cárcel y la imagen por los suelos que deja en su epílogo Enrique Peña Nieto.
Panorama latino
El panorama Latinoamericano ha dado un giro a la derecha en Chile con Sebastián Piñera y Mauricio Macri Argentina –si es que todavía cabe hablar de ideologías por estos años, pero vaya ese parámetro-, en tanto el escenario de México es diferente, pero no tan distinto; frente a un vecino de claras políticas de derecha donde el discurso de López Obrador es miel para unos, y un peligro para otros, la balanza puede inclinarse por lo seguro para todos.
Hay veces –muchas veces- que se gana más perdiendo, y AMLO ha sido un efectivo segundo, siempre opositor al sistema: funciona perdiendo y criticando. Dejó pasar todas las reformas estructurales sin emitir ni una declaración ni salir a defender a los grupos que dice representar; funciona no ganando. Porque como dice la canción de cebollitas, “Ganamos y perdemos lo bueno es competir…”.
(*) Es life coach, técnico y licenciado en Comunicación Social, con postgrado en Opinión Pública por FLACSO y diplomados en La Salle Cancún. Trabajó en El Siglo de Tucumán, Argentina; agencia EFE México, Luces del Siglo y Periódico Quequi. Fue director de Comunicación Social en Benito Juárez, Cancún.
Co-Fundador de Revista Dos Puntos y director general de Grupo Pirámide.