UNIDAD FAMILIAR EN COVID-19.
El aislamiento social, el estar encerrados en casa, las pérdidas (de salud, de seres queridos, trabajo), la afección a la micro y macroeconomía, son factores que hacen más difícil sobrellevar la contingencia sanitaria.
Una situación a la que se han enfrentado muchas personas es permanecer en casa obligatoriamente como medida de prevención. Al principio, quizá fue algo atractivo que traería beneficios personales. Sin embargo, al paso de los días lo placentero dejó de ser tan agradable para dar lugar a emociones no gratas, pues estar 24 horas en convivencia con nuestra familia resultó una experiencia inusual a lo que no estábamos acostumbrados.
En circunstancias habituales una familia completa convive en promedio de 3 a 6 horas por día, dependiendo del ciclo familiar que se esté viviendo, de tal manera que el incremento en las horas de convivencia puede ser un factor causal de estrés que afecte la dinámica familiar. Y si a esto le agregamos fenómenos de abstinencia en personas con adicciones, la convivencia puede convertirse en un verdadero infierno que conlleve a la violencia doméstica.
En la etapa productiva de una persona cuando se consigue el primer empleo existe la ilusión de iniciar una vida de autonomía económica, en la que se vislumbra la posibilidad de comprar un auto, adquirir casa propia, formar una familia, esto sin importar el orden ya que ello dependerá de la forma de pensar de cada individuo. Pero ese deseo de desarrollo personal muchas veces se tergiversa y los sueños se transforman en verdaderas pesadillas cuando se presentan crisis, como la que actualmente vivimos, que nos sorprenden de manera inesperada con múltiples situaciones adversas que trastornan o derrumban nuestro plan de vida.
Sabemos que no es fácil enfrentar y solventar una crisis, mucho menos cuando se presenta de forma súbita y de la noche a la mañana el panorama ha dado un giro radical. Pero también es cierto que los seres humanos somos capaces de experimentar una transformación constante (prueba de ello es que nacemos de una forma y morimos de otra) y que por lo mismo tenemos la capacidad de desarrollar una gran RESILIENCIA, de tal manera que podemos reinventarnos y salir adelante a pesar de todo lo adverso a lo que nos enfrentamos, es decir, como el ave fénix renacer de las cenizas para superar la crisis.
¿Cómo convivir sin colapsar?
Ante una situación de crisis lo primero es conservar la calma para valorar con objetividad nuestra realidad y así analizar las fortalezas, amenazas, áreas de oportunidad y alternativas de solución con las que contamos.
Esta perspectiva analítica permite tomar decisiones sustentadas en los recursos disponibles. Cabe hacer énfasis que es sumamente importante NO tomar decisiones en base a una reacción de estrés.
Ya analizada la problemática, el siguiente paso es hacer del conocimiento de los adultos y adolescentes (e incluso de los niños según la edad de éstos y el asunto que compete), de la afectación que se está viviendo pues involucra a todos los miembros de la familia. Una vez enterados de lo que sucede, juntos podrán elaborar estrategias que permitan mejorar la situación personal para el bien común.
Cuando nos percibimos rebasados por las circunstancias en las que vivimos, lo cual causa malestar físico y emocional que se refleja en la conducta, es inevitable que surjan sentimientos de preocupación, miedo, angustia, enojo, desesperación. Un factor determinante para superarlo es externarlos a la familia sin temor a verse vulnerable ante ellos, siendo sinceros y con el afán de crear redes de apoyo que permitan vivir en paz y armonía al entender el porqué de algunas actitudes negativas que puedan presentarse. Por consiguiente, comunicar los sentimientos en la familia es una práctica que favorece la sana convivencia, permite la ayuda mutua y brindar consuelo como respuesta a la comprensión.
Es así como el compartir las cargas emocionales con la familia vuelve más ligero el peso de las mismas y facilita sobrellevar las dificultades.
Al estar en la misma sintonía, es mucho más fácil involucrase en las actividades de los demás integrantes de la familia, participando activamente con ellos como por ejemplo hacer las tareas escolares con los hijos, propiciar de manera divertida la realización de las labores del hogar con la participación de todos, realizando proyectos que se puedan llevar a cabo como redecorar la casa, cambiando de sitio los muebles con la finalidad de reordenar la perspectiva visual del hogar, hacer mejoras como pintar, componer o dar mantenimiento, apagar los aparatos electrónicos y hacer reuniones que permitan contar historias personales de la infancia, experiencias o recuerdos, ver albúmenes de fotografías, hablar de sueños, ilusiones, miedos, temores y expectativas de vida, en fin, conocer más a la familia.
También, es un tiempo propicio para analizar nuestra relación de esposos, haciendo una evaluación de los proyectos que se plantearon el momento de iniciar su vida en pareja, de ver si se han cumplido, si han cambiado, quedaron en el olvido o fueron superados.
De igual manera, es el momento de sentarnos para hacer planes a futuro aprovechando este tiempo de espera, con la finalidad de enfocarnos en nuevas metas que nos impidan volver a la monotonía que vivíamos antes de esta contingencia. Y si eres de esos afortunados que tenían una vida en un agradable área de confort, analiza que se puede mejorar en tú relación esponsal, incluso mejorar tus relaciones sociales que propicien el bien común para mejorar la comunidad en donde vivimos.
Las relaciones con los miembros de la familia, cuando no son sanas y después de un prolongado tiempo de convivencia, generan ansiedad que propicia fricciones que a su vez desencadenan desavenencias, disgustos, conflictos incluso con violencia familiar.
Cuando esto sucede, es necesario tener prudencia, respirar profundo, evitar la confrontación, analizar si vale la pena enojarse, si existe solución, si se puede conciliar o si nos damos cuenta de que el equívoco es propio, pedir una disculpa sincera y fortalecer nuevamente la cohesión familiar.
En conclusión, la funcionalidad familiar es necesaria para superar cualquier adversidad. No permitas que las crisis te agobien. Por ejemplo, lo económico, de una forma u otra se puede solventar, pero la ruptura de una familia, en muchas ocasiones es un camino sin retorno en el cual pierden todos.
Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar
Cancún, Q. Roo, México. Mayo del 2020