NUBIA Y NUBECIÑA, es el cuento de la escritora Leticia Flores

Esta es la historia de Nubia y Nubeciña, dos nubes niñas traviesas y curiosas. Uno de sus juegos favoritos eran cambiar de forma para que cada una adivinara el disfraz de la otra, podían ser un borrego, un perrito, un león, un gato, o lo que quisieran, lo importante era despistar a la rival. Otras veces el juego consistía en estirarse todo lo posible para ver quien abarcaba más, Nubeciña que era más pachoncita casi siempre ganaba. Los días con mucho viento jugaban a las carreras.

Un día Nubia vio a lo lejos unas enormes nubes negras y sintió curiosidad. El cúmulo se movía muy rápido y sentía deseos de alcanzarlo. Miró a Nubeciña y de inmediato esta comprendió el juego de su amiga. Nunca antes habían observado nubes de ese tipo.

—Nubeciña, ¿qué te parece si nos acercamos a ellas?

—Pero, ¿y si no quieren hablarnos?

—Nunca lo sabremos si no lo intentamos, total si no nos hacen caso nos regresamos o… ¿tú crees que quieran jugar con nosotras?

Corrieron tan rápido que dejaban una tenue estela de vapor detrás de ellas y al poco tiempo les dieron alcance. Nubeciña se disponía a saludar a las que parecían más amables, pero las negras nubes no les prestaron atención y se apiñaron de forma tan estrecha que a la nubecita le pareció una sola nube gigante con muchos ojos.

—¿Porque será una bola tan grande con tantos ojos? ¿Acaso será un monstruo?, y del otro lado ¿se verá igual?-, pensaba Nubia.

El viento empezó a soplar más fuerte. Las pequeñas nubes se tomaron de las manos para no separarse mientras que las grandes se agitaban, cruzó de pronto una fuerte ráfaga, sonó un gran trueno, luego unos relámpagos y la gran masa que se habían formado con las nubes negras y rechonchas, se convirtió en numerosas gotas de lluvia que se precipitaron sobre unos campos de piña. Las nubecitas estaban asustadas, la fuerza de una nueva ráfaga hizo que se soltaran una de la otra, abrieron sus ojos lo más que pudieron para no perderse de vista, pero luego los cerraron.

Después de la tormenta cada una andaba perdida de la otra, pero el viento que es tan sabio, se ocupó de reunirlas; estaban pálidas, casi transparentes y al mirarse cambiaron su cara de susto por la de alegría.

—¡Amiga! ¿Dónde estabas?, te busqué con la mirada, pero no te vi.

—No te quise soltar, pero la ráfaga me aventó, había otras nubes jóvenes del otro lado y les pregunté por ti, pero… ¡que susto he pasado! Al fin se abrazaron.

Un viento alisio que había visto los acontecimientos, se acercó a ellas y amablemente les dijo:

—Nubecitas, las he observado y quisiera explicarles que no deben asustarse por lo que vieron, todos tenemos una misión en la vida. Ahora son pequeñas, pueden jugar y divertirse, pero al correr del tiempo se convertirán en grandes nubes negras que caerán

en forma de lluvia, esta da vida y humedad a las plantas, o quizá sirvan para hacer crecer alguna laguna o río, son tantos los beneficios.

—¿Entonces nos volveremos grandes, negras y espesas?-, dijo Nubia.

—Sí, para llenarse de agua, es necesario que así sea.

—Eso es hermoso, ayudar a que se desarrollen las plantas, me gusta. Comentó Nubeciña.

—Mientras eso sucede, crecerán día con día, disfrutando del inmenso cielo azul. Solo tengan cuidado

—Gracias señor viento, lo recordaremos. ¡Vamos amiga!

Y así Nubia y Nubeciña siguieron jugando a tomar las variadas formas que a veces vemos en el cielo. No sabemos si son ellas o sus amigas las que se transforman en dragones, borreguitos, perros o gatos, pero a mí me gusta entrar en su juego para adivinar la figura en que se convertirán después.

 

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