Un antihéroe en Cancún, escribe Julio César Silva desde el Palco Quintanarroense

Julián Leyzaola Pérez, el nuevo jefe policiaco de Cancún, viene precedido de una fama de policía legendario, de pacificar las dos ciudades más violentas de México: Tijuana y Ciudad Juárez.

No hay que duda de que lo que padece Cancún con la delincuencia es un problema serio, pero tampoco es lo que en su momento vivieron esas dos ciudades fronterizas.

Sin embargo, en lo que seguramente sí se parecen es en la calidad de corporación que recibe Leyzaola.

En la Policía de Cancún la tropa perdió el respeto a las jerarquías. La juventud e inexperiencia de los mandos fue rebasada por el colmillo retorcido de los agentes y la desorganización imperó ante la falta de estrategia.

Leyzaola Pérez tendrá que empezar a reorganizar rápidamente a la corporación, recuperar el control institucional de la policía que actualmente está repartida entre cinco grupos, cada uno con sus intereses.

Para tenerlo, a Leyzaola Pérez, le tuvieron que inventar un cargo, la de asesor general con funciones operativas, pues debido a que no cumple con la residencia mínima de cinco años en la entidad no podía ser Secretario de Seguridad Pública, por lo que en los hechos esa posición seguirá acéfala.

Hace apenas unos días Leyzaola Pérez estaba en Chihuahua. Era el asesor principal del gobernador panista Javier Corral en materia de seguridad, quien lo nombró luego de que el militar retirado compitió como candidato del partido Encuentro Social a la presidencia municipal de Tijuana, donde inició su fama de pacificador.

Se le reconoce haber disminuido la delincuencia en Tijuana y en Ciudad Juárez, pero también los métodos brutales empleados para tal efecto y las violaciones a los derechos humanos en las que incurrió.

De hecho, apenas en marzo pasado el ayuntamiento de Tijuana lo inhabilitó para ocupar cargos públicos en esa ciudad fronteriza, atendiendo las denuncias interpuestas en su contra por presuntos abusos contra la población durante su paso como secretario de Seguridad Pública entre 2008 y 2010.

En Tijuana, los números de Leyzaola como encargado de la policía municipal eran ponderados por organismos empresariales, el alcalde, el gobernador y el mismo presidente de entonces, Felipe Calderón, todos del Partido Acción Nacional.

Para ellos, y buena parte de la sociedad, el teniente coronel encarnaba al héroe que toda ciudad violenta necesita.

Llega a Cancún diezmado físicamente, con las huellas de la batalla contra el narco en su cuerpo y lo hace en un momento crucial para la ciudad gobernado por una alianza del PRI y Verde, por políticos de formación distinta a los panistas con los que siempre trabajó.

A Ciudad Juárez también llegó en un momento crucial, cuando esa urbe sufría la ola criminal más apabullante del hemisferio y donde la estrategia diseñada por el gobierno de Felipe Calderón había fracasado.

Bajo su gestión, los índices delictivos en Tijuana y Ciudad Juárez se redujeron en más del 70%. Conocedores afirman que los métodos que aplicó Leyzaola escaparon de todo marco jurídico.

Abundaron en su contra denuncias de tortura y desaparición forzada.

“Hay una parte de la sociedad que defiende los derechos humanos, ¿cuál es la opinión que tiene?”, le preguntaron alguna vez.

“No he visto yo los comentarios del 28 de diciembre”, respondió.

A Leyzaola, en efecto, le gusta presumir la dureza de sus acciones. Tiene un sentido muy particular de la justicia, del bien y del mal. En octubre de 2009, a pocos meses de asumir la titularidad del cuerpo de policía en Tijuana, fue captado por cámaras de televisión al momento de abofetear el cadáver de un individuo muerto durante un enfrentamiento a tiros con agentes municipales.

Cuando llegó a Ciudad Juárez en 2011 hizo exactamente lo mismo que en Tijuana: apretó los controles internos de la policía, reemplazó mandos medios y superiores, sectorizó la ciudad y desarrolló en cada uno de esos sectores una cuadrícula, casi manzana por manzana, que le sirvió para ubicar al enemigo. Luego fue por ellos.

Cuando sospecha que alguno de sus hombres es corrupto, lo humilla para que renuncie. Tanto en Tijuana como en Ciudad Juárez los dejaba que permanecieran parados en los árboles afuera de las oficinas de seguridad pública.

A los miembros del narcotráfico buscaba ridiculizarlos al llamarlos “gordos asquerosos”, “mugrosos” y “cucarachas”.

“Estamos aportando una persona que tiene la capacidad, la experiencia, la trayectoria para un trabajo que dé resultados”, dijo el entonces alcalde de Juárez Héctor Murguía al darle posesión.

“Lo más importante es que la seguridad llegue a nuestros hogares”, añadió el alcalde.

Al presentarlo, Remberto Estrada, el presidente municipal cancunense, afirmó que Leyzaola Pérez viene “para restablecer el orden, la paz y la seguridad en este municipio”.

La sociedad cancunense reclama seguridad. ¿Aplicará Leyzaola los mismos métodos que usó en Tijuana y Ciudad Juárez? ¿Está preparada la sociedad cancunense para el estilo del antihéroe que llega como nuevo jefe de policía?

 

Correo: jsilva@palcoquintanarroense.com.mx

Twitter: @JulioCsarSilva | @PalcoQR

 

 

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