@LauraBeristain: La política neoliberal ha convertido el agua en un terrible negocio

Playa del Carmen, Q. Roo. La Diputada Independiente Laura Beristain Navarrete expresó su preocupación por la gran cantidad de residuos que genera el consumo de agua embotellada. De acuerdo a datos de la International Bottled Water Association (IBWA) se estima que cada mexicano consume en promedio 234 litros de agua embotellada al año.

«Esto es un grave problema ambiental, por la cantidad de residuos que se genera, entre las botellas plásticas de agua y las de refrescos, además, implica un daño a la economía familiar tener que comprar agua embotellada, al margen del pago del costoso recibo de agua potable, porque esta no es apta para consumo humano. Es un atentado a la vida, a la salud, y a la dignidad cuando tu hidratación depende de una fuente comercializada, y no es una fuente pública. Es necesario y urgente que los gobiernos puedan ofrecer el servicio público a sus habitantes, y evitar la privatización del agua» expresó la legisladora.

Hay barreras estructurales para que la gente cambie su comportamiento de tomar agua embotellada a tomar agua de la llave en Quintana Roo; por ejemplo, la presencia de elementos sólidos en el agua potable, por encima de los parámetros permitidos por las normas oficiales y por la Organización Mundial de la Salud. Otra es en materia de infraestructura la carencia de bebederos públicos.

En León, Guanajuato, se ha dado impulso al consumo de agua de la llave y hay parques en los que se han instalado estos equipos; son pocos los gobiernos municipales que promueven este tipo de políticas públicas. Por su parte, en la Ciudad de México existe una ley que obliga a los restaurantes a que proporcionen agua filtrada de manera gratuita a sus comensales, buscando evitar que vendan agua embotellada.

Laura Beristain «la Diputada del Agua» (como ya la han denominado algunos), recordó que ha presentado al Congreso del Estado muchas iniciativas en materia de agua, desde la revocación de la concesión de Aguakán en Solidaridad, la exigencia de cumplimiento de los parámetros de calidad para el consumo humano, la reducción de tarifas del servicio de agua potable para todo el estado, el exhorto a las autoridades federales y estatales para la instalación de bebederos en escuelas y espacios públicos con la recaudación del impuesto a los refrescos, y una reforma constitucional que garantiza el derecho humano al agua, prohíbe el corte, suspensión y privatización del servicio de agua potable, protege los acuíferos e incentiva la captación y uso de agua de lluvia.

Incluso esta reforma constitucional no sólo se encuentra en estudio en comisiones en el Congreso de Quintana Roo, sino que, además, Laura Beristain, la ha presentado a sus homólogos de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del Estado de Yucatán, quienes también se han visto congratulados con esta reforma.

Volviendo al tema que nos ocupa, la necesidad de consumir agua embotellada genera un incremento al costo de un producto de primerísima necesidad, del cual depende la vida y la salud de las personas, mientras un litro de agua embotellada en promedio cuesta entre 8 y 10 pesos dependiendo de la marca, un litro de agua de la llave cuesta 0.01823 centavos (de acuerdo a datos de la CONAGUA el precio en Quintana Roo es de 18.23 pesos por M3 -es decir, mil litros-).

La mala calidad del agua potable tiene consecuencias, se estima que en promedio el mexicano gasta 500 pesos o más de manera mensual en botellas y garrafones de agua, lo que supera tres por ciento de sus ingresos, que es el monto máximo que una persona debe invertir en agua potable, según sugiere la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero en México, únicamente los hogares que tienen un ingreso mayor de 18 mil pesos mensuales gastan ese tres por ciento o menos.

El agua embotellada se popularizó con la llegada del plástico, la venta de agua embotellada sin gasificar se expandió. En 1992, la empresa de «el agua ligera» se convirtió en la primera empresa mexicana en embotellar en plástico el vital líquido para su consumo individual. Pero en México, el verdadero boom coincidió con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que facilitó el ingreso de las transnacionales.

Laura Beristain recordó «en la década de los 90, la publicidad de las embotelladoras de agua resaltaba la calidad y pureza de sus botellas y garrafones, e incluso, pedían estar atentos a los sellos de garantía y seguridad, mientras que el agua de la llave generaba desconfianza y las autoridades de salud hacían campañas para hervirla o clorarla antes de beberla, a eso se sumó la falta de inversión en infraestructura hídrica para garantizar la prestación de un servicio público de calidad.

De esta manera, el agua que sale de las tuberías fue confinada a tareas domésticas y la demanda por el agua embotellada crecía, por ello en la actualidad además de las grandes corporaciones, hay más de siete mil microempresas mexicanas que se dedican a la purificación y embotellamiento de este líquido, es todo parte de la política neoliberal que han adoptado los gobiernos mexicanos en los últimos 30 años, el agua se ha convertido en un negocio, y por tal razón quieren privatizar hasta el agua de la llave».

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