La rebelión de las gallinas, por la escritora Leticia Flores

            Guillermina  la gallina amaneció sin deseos de trabajar.  En “Las Flores”, la granja de don Chalino, los gallos cantan y anuncian un día soleado. Los guajolotes hinchan sus cuerpos exhibiendo sus plumas; hoy el moco les cae más que de costumbre. Las vacas sólo mueven la cola para espantar a las moscas. Las cabras pastan con monotonía de tortuga dormilona. Tras las montañas, el sol deja escapar apenas unos destellos.
          —Me tomaré unas vacaciones y le diré a las demás gallinas que hagan lo mismo,  así verán qué importantes somos. ¿A ver qué van a hacer sin huevos? -, pensó Guillermina.
           Las gallinas rechonchas, siempre tienen alimento en sus recipientes. Unas veces les sirven tortillas remojadas en agua que les prepara doña Imelda,  otras don Chalino les da  unas bolitas cafés que vienen en costales. El alimento las deja tan gordas, que se sienten pesadas; la mayoría ha perdido la cintura y algunas piensan secretamente, que tal vez por eso no pueden volar.
           Antes de caer la tarde Guillermina reunió a todas las gallinas y soltó una pregunta:
          —¿Tenemos que poner huevos todos los días?
          La respuesta fue contundente: ¡Nooooo!
          Fue así como decidieron hacer huelga de “alas caídas”.
          —¡No más huevos! ¡No más huevos! -, cloqueaban las gallinas al unísono.
           Ese día, unas se echaron chapuzones en el estanque, otras aprendieron a jugar baraja y algunas simplemente se asolearon. Al otro día muy temprano, llegó doña Imelda con su canasta para recoger los huevos, buscó por aquí y por allá; revolvió la paja de los nidos, pero no encontró nada. Sorprendida se dio cuenta de que no había un sólo huevo.
           —Para salir del paso haré arroz con pescado frito. Pero qué raro que no haya huevos -, pensó en voz alta.
           Al día siguiente, las gallinas seguían retozando muy contentas. Ahora querían aprender zumba y una de ellas intentó ser la instructora. Doña Imelda buscó huevos en todos los nidos sin encontrar alguno. Desconcertada le platicaba a su esposo:
           —Chalino, hoy comeremos calabacitas con ejotes, pero mañana, si no hay huevos: ¡haré caldo de gallina!
           Justo pasaba por ahí Guillermina y al escucharla, se le pusieron las plumas de punta. Salió corriendo, abrió el pico lo más que pudo y con voz muy fuerte convocó a una reunión urgente. Todas juntas hacían más escándalo que los truenos en un día de tormenta, pero estaban dispuestas a escuchar a su líder. 
           —Es verdad que el alimento nos engorda y que diario tenemos que poner huevos. Sé que ustedes sienten lo mismo y quieren una vida distinta, pero  como no hemos trabajado, y si mañana no hay producción, nos van a  meter a una cazuela una a una  y seremos caldo de gallina—, gritó con fuerza.
           Muchas gallinas la abuchearon, pero ella las llamó al orden para que hicieran sus propuestas.
           Guillermina inició el diálogo:
          —Tuve una mala idea y ustedes la siguieron. Las puse en peligro y me equivoqué. Juntas decidamos que hacer.
           La gallina más vieja de la granja opinó:
           —El problema no es poner huevos, sino que estamos aburridas. Todas aceptamos porque fue divertido.
           —¡Entonces sigamos de vacaciones! -, gritaron las más jóvenes.
           —¡No queremos terminar en la cazuela! -, respingaron otras.
           Guillermina alzó las alas y propuso:
            —En la bodega hay dos cajas de estambre de todos los colores, y una más de ganchos para tejer. ¿Qué les parece si cada una escoge su color favorito para hacerse un chal? ¡Y a poner huevos se ha dicho!
           Hubo diversas opiniones, pero al final estuvieron de acuerdo. Tenían que ser productivas y, en su tiempo libre, tener otras actividades. Hoy día, las gallinas de la granja “Las Flores”, ponen huevos cada mañana y comen lo que Doña Imelda y Don Chalino les dan. Los gallos cantan puntualmente. Cada quien hace lo que le corresponde. Eso sí, siguen zambulléndose en el estanque en sus horas de descanso, bailan zumba, juegan cartas y tejen chales de colores para el próximo invierno.

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