La historia de «El Chango Constructor» de la escritora Leticia Flores

Changuín estaba decidido a que don Castor formara parte de su empresa. Iba rumbo a la cena que habían acordado y, aunque este no lo reconoció, el joven chango si sabía quién era el.

Cuando tenía ocho años sus padres lo llevaron de vacaciones a Cozumel, en aquel entonces lo vio dirigir una enorme construcción, Uno de esos hoteles que parecen palacios de doce pisos, entonces Changuín que no quería saber nada de trepar árboles y bajar frutas, se acercó a don Castor y le pidió que lo contratara como ayudante. Sin apartar la vista de los planos que tenía extendidos entre la manos contestó:” ¡no!”. Changuín quiso replicar, pero él lo miró de reojo y le dijo con firmeza: ¡No y no!” esta vez con voz más alta, mientras se alejaba para regañar a unas marmotas que habían puesto mal unos andamios.

Desde pequeño Changuín gustaba de construir con bloques Lego. Siempre sentía deseos de crear edificios, casas y puentes, cuando terminaba invitaba a sus amigos, cortaba el listón como en una presentación, y brindaban con agua de plátano. Pero eso Don Castor no lo sabía.

Ya regresaba de la playa con las manos en las bolsas y la mirada perdida en el horizonte, cuando su papá llegó hasta él y le reprendió por alejarse sin avisar. Al ver su rostro triste, le preguntó:

— ¿Qué te pasó?

— ¿Papá, es muy difícil construir un edificio como ese? –dijo señalando hacia donde estaban los trabajadores.

—No, pero primero debes aprender. Tienes que estar dispuesto a abandonar algunas diversiones para ser el mejor ingeniero: menos X box, menos televisión, menos tablet… ¿estás dispuesto?

Changuín miró de nuevo el edificio, las trabes, los andamios y muy decidido contestó:

— ¡Sí, estoy dispuesto!

Mientras revisaba el menú de su importante cena de negocios, Changuín miró de reojo el elegante traje de don Castor y recordó sus días en la facultad de ingeniería.

— ¿En qué piensas? –le preguntó de pronto don Castor.

—En mis tiempos de estudiante: solía usar saco y corbata, y siempre entregaba mis trabajos con puntualidad.

—Te supiste ganar el respeto de tus maestros.

—No de todos, en una ocasión uno de ellos me dijo que solo servía para trepar árboles. Había propuesto un nuevo método para la mezcla de concreto, pero durante la exposición algo salió mal. Yo no podía creerlo cuando me entregaron el resultado de la prueba, me sentí decepcionado. Pero no me

desanimé, me uní con unos compañeros para repetir el experimento y después de varios intentos tuvimos éxito.

—Lo sé, lo leí en los periódicos y hasta en la revista Cancuníssimo donde te llaman: “Promesa de la ingeniería mexicana”.

Ambos rieron de buena gana y después de leer las cláusulas del contrato se dieron un apretón de manos. Ya eran socios. Don Castor le dio total libertad creativa y Changuín además de experimentar con materiales, construiría edificios con formas de hongo, flores, zapatos y todo lo que él había imaginado.

Botón volver arriba