Cuando un medio de comunicación quiebra, es la sepultura de periodistas o… HABLEMOS CLARO!!

cancúnmio.com agradece la amabilidad de Verónica Alfonso por permitirnos compartir con nuestros lectores su columna:

HABLEMOS CLARO…

*Cuando un medio de comunicación quiebra, es la sepultura de periodistas o la oportunidad de florecer en medio de la verdadera libertad de expresión.

* La verdadera libertad de expresión no necesita membretes, porque sea como sea, la voz hará eco y romperá silencios.
Por Verónica Alfonso

Playa del Carmen, Quintana Roo.- 26/07/2016.- Era el 1 de diciembre del 2013, a las 10 de la mañana, se me informa que por fin la amenaza de cierre del periódico donde laboraba, había pegado en el blanco. Los rumores de que el verdadero dueño, un diputado federal, ex gobernador de Quintana Roo, ya no podía sostener la nomina, a raíz de su pleito con el actual gobernante, se habían reproducido de manera veloz. En el café, en las oficinas, en las calles, todos me decían que el legislador era mi patrón y no la persona, a la que por más de una década yo había respetado como “el jefe”.
“El jefe”, era tan singular y representativo para mí, en pocas palabras, era mi familia, tanto así que, me negaba a comprender y a aceptar, que simplemente no era lo que yo pensaba. Un día dije en mi mente y en mi corazón: “ya no quiero trabajar en este periódico, creo ya di demasiado, algo falta para que pueda hacer verdadero periodismo”, y no sabía si era yo o el medio. Sin pedir permiso, me asome a la enorme oficina que se ubicaba al fondo de la redacción, dispuesta a presentar mi renuncia. Un par de ojos verdes me recibieron para ordenarme: “pasa, pasa”. Así de claro y sin tapujos, como siempre nos hemos tratado le dije: “jefe, me voy, ya no trabajare para tu empresa”.
Con su característica expresión, -que muchos conocemos-, literalmente me llamo loca. Me pidió me sentara y me relajara, antes de explicarle mis motivos para renunciar al proyecto que vi nacer y al que le habíamos invertido mucho dinero y esfuerzo. Cuando termine de relatar mis “peros”, agacho la cabeza y me dijo: “yo también quisiera decir como tú, aquí renuncio, ya no mas, pero no puedo, aun hay muchas cosas por hacer, vamos a crecer, este edificio será además una productora, ya está todo para que aquí se hagan cosas más grandes y tú no te puedes ir en este momento, pídeme lo que quieras, pero no me pidas que acepte tu renuncia”.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, era la primera vez que alguien me decía de una manera determinante, “no te quiero perder”. Vi como su rostro comenzó a entristecerse mientras me contaba como en su vida personal las cosas no iban bien. Luego de una amena charla me dijo que me ayudaría, y me obligo a irme a descansar un mes con goce de sueldo para poder resolver los problemas que me atormentaban.
Luego de un año, estaba yo ahí en la antesala para finiquitar la relación laboral que tanto había yo deseado deshacer y me preguntaba ¿Por qué tenía que ser hasta ahora y no cuando yo lo deseaba?.
Mientras escuchaba voces de mis compañeros preocupados por saber si seríamos liquidados conforme a derecho, y se preguntaban, ¿dónde trabajarían de ahora en adelante?, meditaba yo en la postura que asumiría. Varias personas se acercaban a preguntarme qué haría, en caso de que no nos liquidaran. Las voces de toma de instalaciones y protestas públicas, hasta el punto de las demandas, eran tan fuertes que me obligaron a recordar las muchas veces en las que “el jefe”, abandono la postura de propietario de la empresa y se puso en el papel del ser humano que entiende la exigencia de los de abajo.
Otros me dijeron: “si tú encabezas el movimiento, te seguimos”, pues sabían de mi espíritu de luchadora social que años atrás había practicado. Pero esta vez era diferente, estaba yo frente al espíritu de gratitud y fidelidad, que para mí es mucho más importante. No esperábamos aplausos, ni mucho menos despedirnos de abrazo y beso, solo un pago justo, conforme a derecho. Minutos antes de que comenzáramos a pasar uno por uno frente a los abogados encargados de finiquitar la relación laboral, resolví en mi interior, recibir lo que me dieran, fuera lo que fuera y sin enojarme. Y fue en ese momento cuando subía las escaleras “el jefe”, muy alegre, parecía tranquilo. Volteo a ver quienes estaban en la antesala, y mientras ascendía hacia su nueva oficina, -de apenas unos meses de uso-, se detuvo para llamar a reporteros y fotógrafos, invitándonos a subir con él para sostener una charla.
Lo que escuchamos en esa sala, simplemente era desolador y desastroso, intereses mezquinos lo estaban obligando a cerrar. Luego de un atentado armado y una persecución política y física, no quedaba más opción que sujetarse a las disposiciones de los que en ese momento mandaban. Pero se había acordado que muchas familias dependíamos de ese sueldo y confiamos en recibir lo justo, por eso pidio perdón por no cumplir ni una cosa, ni en la otra, pues con ello anticipaba que después de que firmáramos, estaríamos en los tribunales y justifico que procediéramos en consecuencia; y hasta nos animo a acudir a demandar, para dirimir cada caso. Escuche el relato muy atenta y al finalizar, cuando pidió “el jefe”, si alguien quería opinar, levante la mano de inmediato. Le dije mirándolo a los ojos: “estaba preguntándome porque me había tocado estar en el nacimiento y en la muerte de este periódico y ahora mismo estoy enterándome, porque tenía que estar aquí en este momento. Un día te dije que si Dios quiere hacerte un hombre nuevo, te quitará todo lo que te estorbe incluso el dinero y las propiedades, si esto fuera necesario. Yo sabía que el periódico no llegaría lejos así como iba, por eso quise renunciar no solo una vez, en varias ocasiones. Solo quiero decirte que te perdono y aceptare tal cual, el monto que hayas dispuesto que me corresponde. Solo espero que seas sincero con Dios, porque yo estoy en este momento entregando mi caso en manos de mi abogado, su nombre es Jesuscristo, así que tendrás que arreglarte con él, porque yo no demandare y me doy por bien pagada”.
Yo creí que mi sentir era solo mío y que al expresarlo, simplemente me sentiría bien conmigo misma y con el jefe, pero jamás imagine que esto serviría de aliento a otros que quizás en otras circunstancias estarían enojados, frustrados, decepcionados o heridos en su amor propio. El jefe solo sonrió y me dio un abrazo, después todos lo abrazaron, le agradecieron su sinceridad, nos tomamos las últimas fotos como equipo y nos despedimos con un hasta pronto, no sin que antes, el jefe repartiera los equipos con los que cada uno trabajo los últimos meses, entre motocicletas, cámaras y grabadoras. Finalmente ninguno de mis compañeros demando, aunque me entere que de otro departamento, una persona si lo había hecho, pero al final no prosperó. La mayoría se abstuvo de acudir a la Junta de Conciliación y Arbitraje, porque no sintieron respaldo del grupo y se desanimaron. Un compañero se acerco a mi después de este encuentro y antes de firmar, para decirme que tampoco demandaría, porque en verdad no había pensado que si Dios es justo, el pagara justamente como cada uno haya obrado y si el jefe estaba obrando mal, así le será pagado.
Hoy a más de dos años de distancia, muchos de estos trabajadores de la comunicación que como yo, tuvimos que luchar contra corriente en tiempos difíciles para encontrar un trabajo y sostener a nuestras familias, hemos visto los resultados de la prueba. Aparentemente sepultados y sin muchas esperanzas de oportunidades por nuestra edad y la gran competencia que ejercen las nuevas generaciones, nos mantenemos haciendo el periodismo que nos gusta hacer, a pesar de la desarticulación de nuestro periódico. Y es que podrán cerrar el periódico, pero no nuestras gargantas y pensamientos. La verdadera libertad de expresión no necesita membretes, porque sea como sea, la voz hará eco y romperá silencios, por eso hoy existen las redes sociales, por que los medios de comunicación tradicionales se han cerrado, los han quebrado, los han maleado.

Verónica Alfonso Cruz

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