Quién defiende al periodista?

Luciano Núñez, ahora le tocó  contar su propia historia.

Y un día uno se enfrenta a una paradoja. Y según la Real Academia Española, es un hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica. ¿Es lógico que quien defendió en tantas instancias diferentes a una empresa tenga que llegar a ponerse del otro lado?

Ayer me vi sentado en la Procuraduría de la Defensa del Trabajo, donde antes defendí tantas veces al periódico Quequi, que hasta hace unos meses fue mi casa, y a la que ya he entablado una demanda por incumplimiento de pagos de liquidación (y otros), como marca la ley.

Fue una decisión necesaria tener que hacerlo, porque a uno –que comprende sólo al final que es un numerito, ahí en la esquina- le cuesta sacarse la camiseta que llevó por años, con la que creciste y lograste muchos objetivos de vida. Durante tres años concilié para la empresa varias demandas laborales y electorales, a las que nadie más se presentaba a dar la cara, como ahora, que en tres conciliaciones no se paró ni un representante. Nadie.

En un momento vi pasar los rostros de los compañeros que fueron despedidos igual que yo, después de una elección gubernamental fallida para el cálculo político y empresarial. Nada dura para siempre.

La paradoja es que, quienes informamos sobre las precarias condiciones laborales, somos quienes más las padecemos. ¿Quién informaría sobre eso sin quedarse al otro día sin trabajo? Quizás usted se enterará, de vez en cuando, que se solicitan medicamentos y apoyo económico para un periodista, que seguramente morirá sin seguro médico, como ha sido el caso de muchos. Y lo peor, es que ninguna autoridad: estatal o federal, controla que ahí se cumpla la ley: eso sí, les ofrecen jugosos contratos que van a parar a yates y nuevos negocios, cuyos socios son políticos, mientras, los periodistas nos las rifamos a la buena de Dios en las carreteras y bajo el sol.

Por eso ayer pensé tanto en esta paradoja.

 

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